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3 pacientes). El intervalo de tiempo entre el

trasplante y el diagnóstico de TBC fue de 44,4

± 33,5 meses (rango 3-111). En 18 (82%) de los

pacientes, la TBC se detectó después del primer

año del trasplante. La creatinina sérica media

fue de 2,0 ± 1,6 mg/dL (rango 0,9 y 8,0) y solo

en 3 pacientes la creatinina sérica fue > 2 mg/

dL, en el momento del diagnóstico. Se describió

que 4 pacientes tenían antecedentes de rechazo

agudo y habían tomado altas dosis de esteroides

para revertir el rechazo. El sitio más común fue

pulmón (8 pacientes, 36%) o pleura (4 pacientes,

18%); es decir, la afectación pleuro-pulmonar

representó más de la mitad de los casos. La TBC

extrapulmonar aislada se diagnosticó en 7 (31%)

de los pacientes. Se observó hepatotoxicidad en

4 (18%) pacientes. Después de la retirada de la

H, los niveles séricos de transaminasas volvie-

ron rápidamente a la normalidad en la primera

semana, excepto en un paciente que progresó

a hepatitis crónica activa e insuficiencia hepá-

tica. La H se readministró en todos los casos

sin observarse anormalidad en la transaminasa

sérica. En otro estudio de trasplantados renales

53

se encontró que, en el seguimiento, el 31% de

los pacientes tenían una actividad de alanina

amino transferasa (ALAT) anormal (> 40 UI),

sin embargo, las elevaciones eran pequeñas (el

nivel de ALAT más alto fue de 88 UI) y nunca

necesitaron la suspensión de H. Ningún paciente

tuvo ictericia u otra evidencia de hepatotoxici-

dad clínica. El intervalo de confianza del 95%

para la frecuencia observada de hepatitis clínica

fue del 0% al 4,3%. Al final del tratamiento con

H, la ALAT promedio fue de 22,7 ± 6,2 UI (p >

0,2, en comparación con el inicio ALAT) y solo

un paciente tenía un ALAT anormal.

En conclusión, parece que el riesgo de recepto-

res de trasplante renal que desarrollan hepatotoxi-

cidad grave con la administración de H es bajo.

Pregunta 12. ¿La interacción farmacológica

confiere un mayor riesgo?

La interacción entre fármacos administrados

de forma concomitante es compleja y desafiante

y complica la evaluación de la causalidad. A me-

nudo, los medicamentos pueden tener interacción

recíproca de tal manera que cualquiera de los dos

fármacos aumenta el potencial de hepatotoxi-

cidad del otro. Por ejemplo, la carbamazepina

y la H causan la inhibición del metabolismo de

cualquiera de los fármacos, aumentando así los

niveles sanguíneos de cada uno de los medica-

mentos

54

. La Z, H y R son hepatotóxicas en orden

de propensión decreciente

55

. La combinación de

H y R es más hepatotóxica que cualquiera de los

fármacos por sí solo. Esto se debe principalmente

a que la R aumenta el potencial hepatotóxico de

la H. Además, existe una inhibición relativa de la

toxicidad de la Z al utilizar la H

56

, mientras que

se apreciaron altas tasas de toxicidad hepática,

incluso mortales, en pacientes tratados con la

combinación de R y Z en algunas terapias de

tuberculosis latente

57

.

Discusión

Aunque, existe cierta controversia con res-

pecto a si debe realizarse la evaluación de la

química hepática de rutina en el tratamiento de

la TBC, los pacientes con factores de riesgo de

hepatotoxicidad deben someterse a un control

bioquímico regular

58,59

. Los inconvenientes de la

monitorización mediante seguimiento de sinto-

matología son su falta de especificidad y la demo-

ra en el diagnóstico debido al umbral sintomático

elevado, especialmente en ancianos, alcohólicos

o pacientes con enfermedades psiquiátricas

11

.

Un pequeño estudio no aleatorizado ha sugerido

que el control de la bioquímica hepática puede

ayudar a prevenir la hepatotoxicidad grave

60

. Un

reciente estudio de cohorte prospectivo mostró

que un enfoque de monitoreo basado en el ries-

go, como lo recomienda la ATS, evitó el 33,3%

de la hepatotoxicidad temprana y el 77,8% de la

hepatotoxicidad tardía ocurrida dentro y después

de 2 semanas de tratamiento, respectivamente

61

.

La alteración de ALT (alanina transaminasa) des-

pués de 2 semanas de tratamiento tuvo una sen-

sibilidad baja del 22,2% para la hepatotoxicidad

posterior, independientemente de la presencia o

ausencia de factores de riesgo al inicio del estu-

dio. Por lo tanto, se requieren más estudios para

delinear el papel exacto del monitoreo bioquími-

co regular en el tratamiento de la TBC. La ALT

es más específica que la AST (aspartato amino

transferasa) para la lesión hepatocelular

62

, ya que

las elevaciones de esta última también pueden

indicar anomalías en el músculo, el corazón o

el riñón. Sin embargo, los cambios transitorios

en los niveles de bilirrubina y transaminasas son

relativamente comunes durante la terapia antitu-

berculosa. Hasta el 15% de los pacientes tratados

con isoniazida desarrollan elevaciones de ALT

incluso superiores a tres veces el LSN, pero la

gran mayoría de estos son transitorios y asinto-

máticos

63

. A pesar del hecho de que los umbrales

de ALT definidos por la ATS son limitantes del

tratamiento actual, estos pueden no diferenciar

con precisión entre la adaptación hepática y el

inicio de una lesión hepática significativa. Los

F. Tirapegui S. et al.

Rev Chil Enferm Respir 2018; 34: 62-69