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Consejería en sexualidad para niñas y
adolescentes con discapacidad intelectual
Carolina Pastene S.
CAPÍTULO 12
La mayoría de las veces, los profesionales del área de la salud no abordamos la sexualidad
durante los controles de salud, porque nos sentimos incómodos y no queremos hablar de rela-
ciones sexuales con nuestros pacientes adolescentes y menos con sus familias. Sin embargo, la
sexualidad, es mucho más que la actividad sexual. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la
define como “un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de toda su vida. Abarca el
sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y
la orientación sexual. La que se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos,
creencias, actitudes y valores, conductas, prácticas, roles y relaciones interpersonales. La sexualidad
puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se expresarán siempre. La se-
xualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos,
políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales” (OMS 2006).
La sexualidad para las personas con discapacidad intelectual (DI), se enfrenta con una serie de
mitos y creencias populares desde el mundo de los adultos, donde las personas son estigmatizadas
como seres infantiles, asexuados o hipersexualizados e incontrolables. Por muchos años, la única
respuesta del área de la salud fue ofrecer métodos quirúrgicos de esterilización y sugerir que vi-
vieran en forma institucionalizada. Este panorama está cambiando, dado los esfuerzos que hacen
las familias de estos niños y adolescentes con DI, por lograr una real inclusión en nuestra sociedad.
Chile ratificó la convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad el
año 2007. Este instrumento jurídico protege los derechos humanos y libertades fundamentales
de las personas, cualquiera sea su discapacidad. Respecto al hogar y la familia señala 3 puntos,
aquí enunciados: a) el derecho a contraer matrimonio y fundar una familia, b) tener acceso a la
información y educación sobre reproducción y planificación familiar y c) el derecho a mantener
su fertilidad en igualdad de condiciones con los demás.
En nuestro país hay alrededor de 190 mil personas con discapacidad intelectual de los cuales
49.429 aprox. son menores de 18 años. Estos adolescentes tienen menos oportunidades de recibir
educación formal respecto a su sexualidad, así como menos espacios para aprender de la interac-
ción con otros, lo que es necesario para lograr relaciones de amistad y de pareja en un contexto
saludable de afectividad y respeto; en general cuando se da, es desproporcionadamente negativa
para las personas con DI comparada con la población general.
Como profesionales de la salud debemos formarnos en estos temas y educar a las nuevas
generaciones de médicos/enfermeras/matronas en la atención integral de las personas con dis-
capacidad. Abordar la sexualidad en esta población, es de suma importancia, ya que favorece
una mejor calidad de vida, potencia la autonomía, promueve la toma de decisiones saludables en
materia de sexualidad y reproducción, eleva la autoestima, disminuye el riesgo de involucrarse en
conductas sexuales inapropiadas o riesgosas y reportar precozmente la violencia sexual.
Para trasmitir esta información a nuestros pacientes con DI, se sugiere conversar con ellos e
integrarlos a la consulta, averiguar sus inquietudes sobre este tema, luego el pilar fundamental es
capacitar y apoyar a los padres/apoderados como primeros educadores de sus hijos en este tema,
ya que son ellos los que mejor conocen sus ritmos de aprendizaje, así como las técnicas con las
que logran incorporar conceptos nuevos y evaluar la aplicación de estos.
La metodología empleada debe ser simple, ajustada al pensamiento concreto que utilizan,
con un lenguaje claro, honesto, con apoyo de material visual que permita ejemplificar las defini-
ciones y habilidades que queremos que alcancen. La información se debe administrar en forma
fraccionada, repetitiva y constante. El momento ideal para iniciar la educación sexual, es desde la
infancia temprana, a tiempo y destiempo, aprovechando todos los momentos educativos que se