

Abril
2009.
Volumen
8
-
N
°
36
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El secreto profesional como podemos suponer
es una condición bastante difícil de mantener,
al estar involucrados un grupo de personas
que tienen la información completa del caso,
y no siempre con la conciencia que debe
mantenerse la confidencialidad.
FAMILIA DEL PACIENTE
Los niños por definición no tienen discernimiento
o son incompetentes, debido su edad, y
maduración sicológica, lo que nos obliga a
trabajar con sus representantes legales ya sean
sus padres u otros, quienes representarán su
autonomía.
De esta forma los interlocutores son un grupo
de personas muy diversas: padres, abuelos,
tutores, que opinan y desean influir en las
decisiones de salud de ese paciente.
En el contexto legal, competencia se refiere
a la capacidad de una persona de ejercer sus
derechos jurídicos. Y del punto de vista de
la ética clínica la competencia del paciente
le permite ejercer su autonomía.
Existen algunos criterios de competencia que
se deben evaluar en aquellas edades límites
como: habilidad para comunicar decisiones,
comprender la información recibida, apreciar
la situación y sus consecuencias, manipular
racionalmente la información.
Existe un problema emergente en la atención
pediátrica, relacionado con aquellas familias
conformadas por padres adolescentes menores
de edad, que se enfrentan a problemas con sus
hijos, y que podríamos llamarlos adolescentes
emancipados, y por ende se podría considerar
evaluar su competencia del punto de vista ético.
Deben ser evaluados por psicólogos y/o
psiquiatras en cuanto a su real competencia
para considerarlos como interlocutores válidos.
Aunque no deben quedar fuera de la información
entregada a la familia.
Recientemente se ha producido un cambio
en la legislación sobre las edades en que
los adolescentes son responsables de sus
actos delictivos, y probablemente se debería
considerar, también la modificación de las
edades en las cuales puedan regir su propia
autonomía o la de sus hijos pequeños.
Especial mención a la familia de algunos niños
especiales por sus patologías crónicas cada vez
más frecuentes en nuestra especialidad.
Ellos son niños con genopatías, discapacitados
físicos o mentales. Niños institucionalizados con
diversas necesidades de apoyo médico.
En este grupo tan especial de pacientes, nos
encontramos con dos tipos de padres muy
diferentes. Aquellos que han decidido que otros
cuiden a sus hijos con incapacidad, y el grupo de
padres que cuidan a sus hijos y los han puesto
como la finalidad de su propia vida, sin lograr
ver o asumir la realidad de su pronóstico.
Estos padres tienen puntos de vista muy distintos
en cuanto a sus exigencias terapéuticas, aquellos
que exigen todo esfuerzo terapéutico, y los que
dejan las decisiones a terceras personas.
Unos u otros crean grandes dilemas éticos en
sus cuidados, diagnóstico y tratamiento.
Debido al cambio producido en las patologías
pediátricas, nos vemos sometidos cada vez
más a la necesidad de tomar decisiones en
relación a limitación de terapias, utilización de
medidas extraordinarias, calidad de vida etc.
Cualquiera sea el dilema, al cual nos enfrentamos,
no debemos perder el objetivo final que siempre
debe ser la “beneficencia” del paciente. La
autonomía debe ser considerada y respetada