Dormir menos y presentar una peor organización de la sustancia blanca median un aumento en los síntomas depresivos asociados a la exposición a pantallas en adolescentes.
La intervención farmacológica se asocia con menores riesgos en estas situaciones peligrosas, aunque esta relación puede disminuir con el aumento de la prescripción y el tiempo, lo que subraya la importancia de la revisión clínica.
Su uso aumenta hasta en un 84% la probabilidad de desarrollar la enfermedad respiratoria, siendo más prevalente en exfumadores, seguido de usuarios esporádicos y actuales.
Datos a gran escala respaldan que la exposición a este metal en los primeros años de vida no aumenta el riesgo de problemas autoinmunes, atópicos o del neurodesarrollo, fortaleciendo la confianza en su uso a largo plazo.
Análisis genéticos evidencian una relación causal, sugiriendo que reducir su ingesta puede ser una estrategia efectiva para prevenir la forma seca de la enfermedad.
El uso complementario de este anticuerpo en las fases perioperatorias incrementa significativamente la supervivencia libre de eventos, sin afectar la seguridad ni la tasa de finalización quirúrgica.
El uso a demanda de ambos medicamentos reduce significativamente las exacerbaciones graves en pacientes desde los 12 años con la enfermedad no controlada.
La dermatitis herpetiforme es la más frecuente, pero también se observan condiciones como psoriasis, dermatitis atópica y urticaria. Muchas mejoran con una dieta restrictiva como tratamiento principal.
La probabilidad de desarrollar la enfermedad en niños nacidos de esta forma aumenta hasta un 29%, especialmente en casos de leucemia linfoblástica aguda (LLA) de precursores de células B, con mayor incidencia en varones y menores de 5 años.
Las complicaciones visuales pueden ser la primera señal de la enfermedad en un tercio de los casos. Un manejo integral y la colaboración entre reumatólogos y oftalmólogos son clave para mejorar los resultados de los pacientes.