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o desarrollar proyectos específicos para un diag-
nóstico precoz, enfocado en grupos de riesgo
12
.
Otra de las estrategias a implementar sería
disminuir los tiempos de diagnóstico de la tu-
berculosis a través del reforzamiento de la red
de laboratorios con nuevas tecnologías, desde el
aumento en el uso de la microscopía fluorescente
para optimizar el diagnóstico por baciloscopia,
hasta la incorporación de exámenes moleculares
como el GeneXpert, para poblaciones específicas
en las que se hace prioritario un diagnóstico rápi-
do, tanto de la enfermedad como de la resistencia
a los fármacos
13
.
Pero, lo más importante es optimizar las ac-
ciones ya establecidas por el programa: tener
equipos bien capacitados a todo nivel, difundir
la existencia de la enfermedad y sus síntomas en
la población para facilitar una consulta precoz,
realizar una búsqueda activa de las fuentes de
infección, optimizar el estudio de los contactos
y mantener una monitorización estricta de los
resultados obtenidos, entre otros
14
.
Finalmente, se hace imprescindible trabajar
en conjunto con otros programas de salud que
abordan grupos vulnerables, como los programas
de VIH, de pueblos originarios, enfermedades
cardiovasculares y del adulto mayor, así como
avanzar en el trabajo intersectorial para abordar
problemáticas sociales y grupos específicos de
riesgo de enfermar de tuberculosis.
6. Reflexiones finales
A raíz del análisis del Sr. López surgen varias
reflexiones sobre el rol de la Salud Pública en la
atención médica de Chile. Nuestro país ha sufrido
variados vaivenes en su historia sanitaria; desde
los planteamientos de “la cuestión social” durante
el siglo XIX y parte del siglo XX, hasta las dife-
rentes alternativas surgidas posteriormente con
los sucesivos cambios de gobierno y de políticas
sanitarias.
Con la creación del Servicio Nacional de Salud
el año 1952 se inició la etapa de oro de la Salud
Pública en Chile, lo que facilitó el paulatino
desarrollo de lo que llegaría a ser un programa
de control de la tuberculosis totalmente gratuito
a nivel nacional. Sus bases fueron tan fuertes y
su trayectoria tan exitosa que las variadas au-
toridades del Ministerio de Salud que se fueron
sucediendo, con distintos enfoques sanitarios,
no pudieron menoscabarlo. Hubo que luchar
por mantener el concepto de ”programa” y de su
gratuidad universal; hubo que luchar y frecuente-
mente perder, para mantener presupuestos razo-
nables; hubo que luchar y sufrir con la pérdida o
reasignación de funciones de personal valioso y,
en fin, hubo que dedicar horas, días y meses en
convencer a muchos de lo que era técnicamente
obvio, logrando así frenar la tentación de alguna
autoridad con poder, de refundarlo todo.
El PCT ha estado inmerso en el debate, que
aún no concluye, entre los defensores de los
“Derechos Sociales” a través de la Salud Pública
promovida por el Estado y los partidarios del
neoliberalismo, de las “leyes del mercado” y del
creciente rol de la medicina privada en el campo
de la salud. Resulta ahora sorprendente que las
líneas gruesas del programa hayan sobrevivido
a gobiernos tan variados y a visiones de la salud
tan diferentes. La fortaleza y perseverancia de un
equipo técnico estable a través de los años debe
haber contribuido a hacer la diferencia.
Cuando el programa ya había alcanzado un
buen grado de efectividad apareció en el mundo
un nuevo desafío: la epidemia VIH/SIDA; y
cuando ésta ya estaba siendo controlada, estalló
la mortífera epidemia de las tuberculosis multi-
rresistentes, en pleno desarrollo actualmente a
nivel mundial
15
. En la etapa actual del PROCET
el mayor desafío será alcanzar a los llamados
“grupos de riesgo”, representados especialmente
por los individuos más marginales de la socie-
dad, incluyendo el novedoso desafío que plantea
actualmente el creciente número de inmigrantes
desde países con una situación epidemiológica
más desfavorable
16,17
. Aunque hay que reconocer
que la conquista final de la tuberculosis en último
término dependerá de un enfoque biosocial que
permita alcanzar a los ciudadanos más desposeí-
dos y sus precarios nichos de pobreza
18
.
No cabe duda que la tuberculosis no será eli-
minada como problema de Salud Pública en Chile
sin un mayor compromiso de las autoridades en
mantener y reforzar el actual Programa de Con-
trol y Eliminación. Es de temer la presente mi-
rada complaciente sobre la situación actual de la
tuberculosis en Chile, olvidando que aún fallecen
de esta enfermedad más de 200 personas anual-
mente y que las tasas de descenso de le endemia
se han aplanado en los últimos años
10
. La llamada
transición epidemiológica, con el progresivo pre-
dominio de las enfermedades no trasmisibles, no
ha tomado en cuenta que las trasmisibles están
lejos de desaparecer. Es de esperar que entre no-
sotros no se hagan realidad las premoniciones de
un experto: “Cuando un programa empieza a ser
exitoso, algunos gobiernos, en vez de aumentar
los esfuerzos para eliminar la enfermedad, elimi-
nan el programa”.
Los más de 40 años que recorre este libro
T. Herrera M. y V. Farga C.
Rev Chil Enferm Respir 2015; 31: 227-231