

HIPERTENSIÓN / 2014 / VOL. 19
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Elementos a considerar en el octogenario y su relación con sintomatología, adherencia
y resultados terapéuticos.
Es importante consignar algunos elementos propios del proceso de envejecimiento. Uno de ellos,
desde el punto de vista de las alteraciones sensoriales asociadas al gusto, es la disminución ostensible
de la capacidad de percibir el gusto por lo salado, lo amargo y lo ácido, manteniendo inalterada
la capacidad de percibir lo dulce. Esto se traduce en una mayor ingesta “involuntaria” de sal que
la habitual dado que las comidas son percibidas como bajas en sal, por ello debe educarse en el
no uso de saleros y no agregar sal a las comidas ya cocinadas.
En aquellas personas mayores que utilizan diuréticos, se debe estar muy atento a situaciones
dependientes de disminución de volumen intravascular que pudiera desencadenar hipotensión y
deshidratación, dado que los centros de percepción de sed, en la medida que se envejece, están
disfuncionantes y por ello la ingesta espontánea de líquido es baja y debe favorecerse el consumo
apropiado.
En la adherencia y persistencia terapéutica, es de especial importancia el equilibrio entre evitar la
hipotensión ortostatica iatrogénica y la evolución espontánea de su enfermedad con elevaciones
logarítmicas de fibrilación auricular y rupturas aneurismáticas de aorta.
No obstante lo incierto y lo discutido de contar con evidencia sólida en cuanto a iniciar terapia
farmacológica en octogenarios, es importante considerar la presión de pulso como factor de
riesgo independiente, más que los valores de presión sistólica o diastólica. Esta presión de pulso
diferencial
(5,6,7)
se hace evidente cuando la vasculatura incrementa su rigidez con disminución de su
compliance en donde los fenómenos hidráulicos determinan ondas mecánicas de aumentación que
incrementan el daño sobre la vasculatura. Extrapolando efectos en pacientes añosos no octogenarios,
en donde basados en el estudio CAFE
(8)
en el cual pacientes que estaban normotensos a nivel
braquial con ramas comparativas entre bloqueadores de canales de calcio de tercera generación
y betabloqueadores, presentaban normotensión a nivel braquial, pero valores más altos a nivel
de presión arterial central en la rama de betabloqueadores, lo que pudiera ser explicado por una
superposición de ondas que determina una mayor curva de aumentación, con mayor daño a nivel
vascular central y general. Por todo lo anterior, es imprescindible que la terapia farmacológica
disminuya la presión de pulso y no sólo presiones sisto-diastólicas que mantengan constante el
delta de pulso.
En mi opinión, la primera elección debería ser calcio antagonistas y diuréticos por sobre las otras
clases de antihipertensivos, dejando en claro el aforismo geriátrico “start low, increase slow”,
con el fin de no caer en condiciones de ortostatismo que pudieran determinar caídas y síncopes.
Es importante considerar que el paciente añoso y muy añoso presenta en un mayor porcentaje
que la población general el síndrome de bata blanca
(9)
, por lo que se recomienda contar con la
realización de un monitoreo ambulatorio de presión arterial que será útil tanto para certificar
dicha hipertensión como para ajustar terapias. (Figura 1)